Caminos rocosos, caídas y sanar las heridas
Sobre el "fracaso" y no lograr lo que queremos
Tres años atrás, estando en la montaña, con mis pies amarrados a una tabla, un casco y 3 capas de ropa que limitaban mi movimiento, le preguntaba a mi instructor de snowboard: “y que pasa si me caigo?” “pues te levantas” “y si duele?” “y seguro te dolerá, pero por un momento, luego sigues”. Ya, pero no me quiero caer.
Años antes, era una tarde de verano y yo aprendía a montar bicicleta sin ruedas de acompañamiento. Tenía 8 o 9 años, y todos mis amigos del parque y mi hermano ya no las usaban, y por eso, eran más rápidos que yo. Un día, estábamos haciendo carreras. Ellos, ya sin ruedas, eran veloces y atravesaban curvas cerradas como si fuese sencillo. Yo, aún con ruedas y por intentar alcanzarlos, me atasque en la acera y caí. Recuerdo haberme quedado en el pasto, llorando, no solo por la herida que tenía en la rodilla, sino porque no estaba logrando estar a la par de mis amigos.
La tristeza de siempre quedar atrás en las carreras me impulsó a aprender a montar bicicleta sin rueditas en una sola tarde. Y la aversión al dolor que siempre he tenido -al dolor físico- logró que no me golpeara ni una sola vez durante ese proceso.
Mi mamá hasta hoy en día recuerda aquella gran hazaña: aprendí en una tarde a montar bicicleta. Siempre resalta mi mirada decidida.
Viene a mi mente otra anécdota que mi madre suele contar: la vez que a los 4 años, me salvé de que un perro me muerda, enfrentándolo.
Estábamos de vacaciones en una playa, y mi hermano y yo volvíamos a las sombrillas después de haber jugueteado en el mar. Corríamos hacia las sombrillas, donde los adultos nos esperaban, y en ese momento, un perro nos empezó a perseguir -seguro pensando que estábamos jugando con él también-. Mi hermano mayor, siempre más atlético que yo, solo corrió más rápido y llegó a la sombrilla en unos segundos. Yo en cambio, pequeña, torpe con las piernas y menos deportista, me di cuenta que no lograría llegar. El perro me iba a alcanzar y me iba a doler.
Mi madre cuenta que a lo lejos, ella vio la escena, y ya se imaginaba que iba a tener que buscar un botiquín, y curarme la herida que dejaría la mordida. Pero no hubo necesidad, pues me planté ante el perro y le di un bofetón en el hocico. El perro salió corriendo. Perdón, perrito, estoy segura que solo querías jugar.
La historia continúa con la descripción de mi andar volviendo a las sombrillas: agitada y molesta, con el puño cerrado y una lágrima en el cachete, pero volvía caminando, pues ya no había peligro.
Siempre he sido adversa al dolor, lo evito a toda costa, y quizás por eso no he sido gran deportista, pues para aprender uno tiene que caer y darse cuenta que con cada golpe mejoramos nuestra técnica.
Hasta ahora me sigue costando probar cosas nuevas: me invade el miedo a fracasar, y me paraliza ante cualquier intento de innovar. Dentro de mí sigue esa pequeña que se frustra al no lograr lo que otros logran, pero que al final del día no se rinde.
En el proceso creativo y emprendedor, los golpes son necesarios e inavitables. Son complicados de identificar porque no duelen en el cuerpo: duelen en el ego. Y por lo mismo, son complicados de sanar y superar.
Esta semana que pasó, ha sido de las emocionalmente más duras del año hasta ahora. Las tarjetas, han sido un éxito creativo: pues son una idea hecha realidad. Comercialmente, las ventas no se vienen alineando en lo absoluto con mis expectativas. Hoy lo describo así, pero por varios días la palabra “fracaso” era la que usaba para describir esta situación. Esperaba un resultado que no se cumplió tal cual lo quería, y este choque con la realidad es la que desequilibra y cuestiona.
Me tumbó por un par de días y sin movimiento, mi mente se inundó de pensamientos catastróficos, cuestionando el camino que elegí y una duda que amenazaba con hacerme tomar decisiones y hacer cambios rotundos, abandonar este camino y no volver a atreverme más.
Como si no fuera parte de. Como una niña pequeña que odia caerse.
Hoy te quiero compartir la receta, la medicina, que me preparé estos días para sanar la herida:
Siente el dolor: duelar el fracaso es necesario. Escribe tus emociones, llora, moléstate y obsérvate.
Detente por un rato: dale tiempo y espacio al dolor. Si es necesario, no hagas nada por un corto momento. Pero, no dejes de escribir lo que sientes.
Cámbiate de ropa: de la caída, quedaste sucia. Ordena tu espacio de trabajo, lava y engríe a tu cuerpo, y mima a tu mente llenándola de nuevas ideas: visita esa galería, mira esa película, escucha ese nuevo álbum. Escribe, libera, desahoga.
Sigue creando: ¿qué sigue? Si no tuvieras que hacer este proyecto, ¿qué otras ideas se te ocurren, ajenas a lo que estabas haciendo? Piensa por un momento, en otros temas.
Vuelve a intentar: en la repetición esta el truco, sigue intentando hasta que entiendas la jugada. La buena noticia, es que una caída te libera del miedo, y ahora podrás crear sin tanto tapujo, sin tanta expectativa. Ajusta posición, fuerza, estrategia, y vuelve a intentarlo
Como dicen, no hay mejor profesor que el “fracaso”, pues nos enseña muchas cosas. Del éxito, no se aprende tanto, pues quizás no sepamos replicarlo.
Otra cosa que me he estado repitiendo, es que el éxito no depende de nosotros. Hasta cierto punto, podemos hacer nuestro mejor trabajo, pero si no resuena con el público, o no es el momento de aquella idea, simplemente no tendrá el éxito que queríamos. Así que hay que desapegarnos del resultado, pues no tiene mucho que ver con nosotros como artistas. ¿Qué sí podemos hacer? Seguir creando, seguir trabajando en nuestro arte, en nuestras habilidades.
El marketing por otro lado, siempre puede seguir buscando tácticas para darle vuelta a una situación: rematar stock, hacer ofertas, buscar nuevos aliados estratégicos, hacer entrevistas, buscar nuevos canales de venta (por aquí ando), etc. Así que: seguimos.
Camino decidida de vuelta a la sombrilla.
Bitácora de Viaje
Este fin de semana les comentaba a otros amigos artistas: ahora me ven riendo pero desde el jueves pasado que he sido un caos emocional. Con decirles que de tanto sobrepensar me ha dolido la cabeza por 3 días seguidos. Fuerte.
¿Lo bueno? El camino rocoso no dura para siempre, y solo andando podemos salir de él.
Sanando la herida, dándome cariño, hoy les puedo decir que vuelvo con toddddas las energías a crear y seguir. Tomó su tiempo, pero al fin tras varios días, siento que vuelvo a ser yo. Para todos es distinto el tiempo que les toma recuperarse de las caídas, en mi caso, he notado que me toma un poquito más.
¿Ustedes que tal? He sentido que esta semana que pasó nos atropelló a muchos jajajajaj ha sido fuerte energéticamente. Cuéntenme, ¿qué tal su semana? ¿arrolladora o fluida? ¿cuáles son sus medicinas para sanar heridas creativas? ¿qué pensamiento los saca de estos estados mentales donde las cocas no salen como queremos?
Los leo con mucho cariñoooo!
Hola, Gabriela! Cuando nos decidimos a emprender un camino alineado con nuestro corazón vamos a encontrar trabas. Hay quien dice que las trabas las pone el "guardián del umbral", una figura arquetípica encargada de hacernos cuestionar si queremos realmente eso que decimos querer y si estamos dispuestos a sostenernos en nuestra decisión a pesar de que las cosas no están saliendo como esperábamos. Un amigo nuestro dice que no hay manera de evitar a ese guardián, es parte del proceso. Así que si te encuentras con esas trabas, esos "fracasos", puedes tomarlos como una oportunidad de reafirmarte ante el universo": si, quiero esto, cueste lo que cueste. O, quizás, si realmente no es lo tuyo, si no estás dispuesta a esas decepciones, dolor, incertidumbre... Tal vez ese no sea el proyecto de tu corazón, el que te hará superar cualquier traba. Y eso es también información muy valiosa. No hay que juzgarse por ello, al contrario, hay que escuchar bien lo que estás trabas nos están diciendo sobre nosotros y nuestro propósito. Un abrazo 💚🤗 M.
Dante dijo que 'quien sabe de dolor todo lo sabe'; y un proverbio japonés que 'si hay placer, hay dolor'. El dolor en sus diferentes formas (físico y psicológico) paraliza, aterra, pero también en él se puede hallar enriquecimiento, si se le da cabida, si se le da un espacio en el que expresarse.
Hay que intentar no ser tan autoritario con uno mismo.
Quiérete desde la exigencia y exígete con cariño.
Abrazos.