04.03.25
En la mesa de noche están mis dos muelas del juicio. Me las quitaron hoy y así como llegaron, sentí que guardaban un significado. Un sentimiento guardado que empezaba a emerger de las profundidades del ser.
Llegaron con un dolor de cabeza e incomodidad al abrir la boca. En ese momento, había empezado a escribir y a grabar episodios para el podcast. Se sintió como si la voz, la boca, estuviese atravesando cambios.
Las muelas dejaron de doler y me acompañaron mientras seguí creando. La creación, a la par, estaba siendo acompañada de hábitos y mentalidades que en su momento me ayudaron a existir.
Esconder mis emociones, pensamientos y reflexiones siempre fue un mecanismo de defensa: para no sentirme juzgada, ni amenazada. Mejor no decir nada porque así no sufriría rechazo o juicio. El hábito de quedarme callada me ayudó a sobrevivir (no vivir) quizás la época escolar y la universidad. Pero en la vida real, cuando nadie te dice qué hacer y puedes decidir en cualquier momento qué hacer contigo y con tu vida, creo que los deseos profundos salen a la superficie y al contrario, si los escondes, es cuando empiezan a incomodar.
Hábitos que me acompañaron por años, hoy no me sirven más, y había que extirparlos.
Mientras una luz me enceguecía, y el dentista iba girando la muela para que salga, yo solo le repetía a mi cuerpo que suelte. Suelta ya todo eso que no te sirve, que no te deja seguir creciendo.
Suelta ya esos hábitos que te mantienen incómoda, en una vida que te frustra y te apaga. Suelta ya esos patrones de pensamiento que no te aportan nada más que para sentirte miserable, víctima o adormecida.
Y así como las muelas, estas semanas he estado depurando aquellos hábitos que se volvieron dolorosos por no extirparlos de mi rutina
Como todo puede ser un ritual si así lo intencionas, que me quitaran las muelas del juicio para mi fue eso: quitarme todo eso que no me deja seguir creciendo: la procrastinación, las excusas, la flojera, la desorganización, las distracciones, el doomscrolling, el decir que si cuando quiero decir que no, o el decir que no cuando quiero decir que si. Atreverme más, conversar más, compartirme más. Un paso hacia la vulnerabilidad, la confianza y la acción.
Dejar de lado el miedo y la excusa. Hacer lo que tengo que hacer para estar un poco más cómoda, aunque hacerlo sea incómodo y doloroso. Entre esos pensamientos, la semana pasada, saqué cita con el dentista para al fin sacarme las muelas del juicio, algo que había estado procrastinando desde el año pasado.
Mi mamá me ha preguntado porqué no boté las muelas, y es que no puedo dejar de verlas: me intriga su tamaño. A simple vista con las justas se estaban asomando, pero su forma real estaba escondida: extensiones profundas que se enraizaban hasta el fondo de la encía. Seguro nuestros hábitos tienen raíces igual de profundas.
El miedo a la operación me alejó de sacar una cita con el dentista antes; cuando la realidad es que la operación fue rápida, veloz y por la anestesia no dolió nada. Ese mismo miedo que nos “salva” de lo incómodo, es el que nos aleja del placer que podemos llegar a sentir tras hacer algo a lo que le tememos, solo para descubrir que no era para tanto.
Te quiere valiente y atrevide,
poetaviajera
Bitácora de Viaje
Por suerte escribir es una actividad que no requiere esfuerzo físico, pues la receta médica incluye descanso y sentarme quietesita en cama. Y aquí estoy, aprovechando a escribirles un rato. Extrañaba escribirles, ¿cómo han estado? Les leo!
Me siento muy identificada en este momento de mi vida con lo que nos compartes. También estoy en el proceso de abrazar la incomodidad que nos lleva hacia nosotros mismos, en su justa medida, creo que es lo que nos conecta con lo que somos aquí dentro. Un saludo y muchas gracias por compartir 💙🐉
Amo lo de ritualizar con intención cada experiencia y los aprendizajes que obtuviste de tus muelas. Espero que te recuperes pronto, tocaya, y a seguir soltando todo lo que ya cumplió su propósito para abrirnos a nuevas posibilidades 🥰
Un abrazo!