07.04.25
Hoy no he hecho nada más que pensar sobre mi carrera. Te escribo mientras veo un video de Agnès Varda y me apoyo sobre el poto de mi perro que se cree gato y ha encontrado en el respaldar del sillón, una plataforma desde la cual observar al vecindario. Como somos amigos, me apoyo en él mientras miro el video y ahora mientras te escribo.
He corrido ha agarrar la laptop porque todo el día he estado buscando respuestas. Qué hacer con mi carrera. Es una pregunta que me persigue desde hace meses, y a la cuál aún no le encuentro una respuesta satisfactoria.
Tengo algunas certezas y hoy las estuve repasando. Tengo la certeza de amar la fotografía. Y me encanta la escritura. Sé que poetaviajera es mi corazón, y sé que me encanta la naturaleza. Sé que quiero ser freelancer, y sé que como creativa tengo la capacidad de crear mi propio trabajo. Sé que amo viajar y conocer nuevas culturas. Sé que me encanta mi compañía, y deseo pronto vivir sola.
Así como en lo positivo, tengo certezas sobre lo que no quiero para mi. Sé que no quiero un trabajo corporativo (no aguanto más de 2 meses sin caer en el sinsentido). Sé que no quiero ser dependiente. Sé que no quiero estar en marketing y sé que no quiero quedarme en Perú. Sé que ya no quiero hacer branding, y sé que ya no quiero crear contenido.
Sé, además, que mi ciudad me está quedando chica. Y que necesito nuevos aires. Sé que tengo varios proyectos artísticos en cola, y un podcast que ruge desde el fondo de la caverna como un monstruo que ansía ser despertado.
¿Por qué lo pienso tanto? Hoy, irónicamente, me preguntaba. Y es que siento que no puedo actuar con decisión, si no estoy decidida. Y para tomar una decisión tengo que estar segura de qué es lo que mi corazón quiere.
He estado escribiendo sobre eso últimamente en mis páginas matutinas: no puedo dejar de ser así. No puedo dejar de buscar ser coherente en mis proyectos. Estar segura de que lo que hago es porque quiero hacerlo.
La idea del sacrificio, de pagar piso, de dejar para más adelante mis sueños, esa no me la sé. Y es el consejo más común que escucho. Sacrificar un poco de tiempo haciendo algo incómodo por la fantasía de que algún día, gracias a tu sacrificio, se te abrirán las puertas y aparecerá una escalera directa hacia tus sueños. Que se yo. No sé nada de la vida, quizás esa es la fórmula y por testaruda me cierro en mi propia verdad.
Hoy, escuchando a Agnès Varda he sentido un abrazo al corazón.
“Tuve que aceptar que siempre he querido
ser coherente sobre como me siento con lo que hago”
No te miento al decir que me sentía loca por buscar esa coherencia. Que me complico, que me autosaboteo, que lo pienso demasiado. No. Necesito esa alineación. No funciono de otra manera. Al segundo en el que no estoy alineada, la creatividad no surge, y una vida sin sentido empieza a atormentarme hasta apagar la chispa vital que llevo dentro. Es más una cuestión de autocuidado que de capricho. Mientras me siga escuchando seguiré viviendo y avanzando. Si me ignoro me estanco y la muerte se instala bajo mi cama.
Así que mi única tarea es: ser honesta conmigo misma.
Lo he entendido en estos cortos 26 años. Dios, el universo, la fuerza vital que mueve cada engranaje de este sistema, quiera o no, me devuelve al lugar al que pertenezco y en retorno por la sinceridad, me bendice con abundancia de oportunidades. Un amigo siempre se sorprendía cuando le contaba que me habían escrito para un nuevo proyecto; no entendía como llegaban estas oportunidades sin yo buscarlas. Y así ha sido desde que he sido fiel a lo que quiero ser y hacer.
Cada vez que estoy alineada con mis verdaderos deseos, la cosa fluye sin problemas. Pero apenas me alejo un poco, ya sea anímicamente o por proyectos a los que no sé decir que no, empieza a costar la subida. Los días son más largos, la energía más corta, las ideas escasean. La queja toca la puerta y el mal humor me acompaña en la cocina.
Ayer que seguía pasando a limpio mis diarios, me topé con una Gaby con más claridad que la de ahora:
“Mi deber es la honestidad.
El universo abre las puertas”
Cuesta. Cuesta soltar. Cuesta cambiar. Cuesta volver a lanzarse al vacío. Pero es mi única tarea.
Bitácora de viaje
¿Qué dificil puede ser, no? Elegir. No podemos elegir sin despedirnos de otras posibilidades. Y ahí es donde creo que más nos cuesta, en despedirnos de lo que pudo ser, o de lo que el ego quería, o de lo que la familia quería. Aceptación radical. Al menos en mi universo, esa es parte de la fórmula. Claro está, dentro del contexto de decisiones de carrera, porque ya en el proceso de cada proyecto, siempre es primero el esfuerzo, luego la recompensa.
El acuarela del inicio nace el Sábado por la noche: solo tenía ganas de qiedarme en casa. Así que lo hice. Sin sentir FOMO (fear of missing out), sino JOMO (joy of missing out) jajajajajaj de verdad. Que alegría sernos fiel.
Pero quiero leerles! Ustedes que tal? También andan existenciales? Qué andan meditando en su rato libre? Las leo!
¡Hola, Gabriela! Qué bueno leerte. Yo justo me siento en este momento... Queriendo, sintiendo y sabiendo (me ha ayudado la Cábala Natal) que es mi momento de dar ese salto de fe sobre todo profesionalmente pero cuánto cuesta. Pero cuando no lo hacemos, todo se bloquea, hasta físicamente (llevo 5 meses con pancreatitis que no saben de dónde viene). En fin... Al final va de eso, de ser honestas pero cuánto cuesta. ¡Feliz día!
Muy bueno 😊, gracias.