Era Marzo del 2015, y ya no sé si eran los estados de Whatsapp, Facebook, o los posts de Instagram, pero la frase “último primer día” pintó las primeras horas de la mañana. Era el primer día de clases de nuestro último día de colegio. Nos estábamos graduando del colegio, y empezábamos a sentir la nostalgia de los últimos momentos. Pensábamos, ingenuamente, que era el último de nuestros primeros días. De educación secundaria, quizás, pero lo que no sabíamos en ese momento, es que la vida nos iba a obsequiar muchos otros primeros días.
Ya pasaron 9 años desde ese día, el próximo año se cumplirá una década desde que salí del colegio, y no he dejado de tener primeros días. Mañana, nuevamente, me toca vivir uno: primer día como escritora y fotógrafa freelance. Dejé mi trabajo de diseñadora porque necesitaba tiempo para crear desde otro ángulo, uno menos comercial y más sentimental. Las ideas que se han gestado por años en mi cabeza, ya no desean ser calladas. Desean nacer, y una a una, lo están haciendo.
No ha sido fácil, y si les soy honesta, el viaje de seguir tus pasiones se trata de caminar con el corazón en la mano y el miedo en la mochila. Juntos, pasión y temor, me acompañan. Cuento con provisiones, también: compasión, paciencia y flexibilidad. Saber que no todo saldrá como me lo imagino, saber que las cosas pueden ir mal, saber que existirá estrés, saber que tendré que recolectar disciplina en el camino, saber que voy cuesta arriba. Falta mucho para el primer punto de descanso, porque hoy estamos iniciando el recorrido.
Los primeros días emocionan y atemorizan. Pero son parte de esta vida. Pivotear de carrera, cambiar de trabajo, empezar una maestría, abrir un negocio, volver de un viaje transformador. Los primeros días son de exploración, de ver cómo nos sentimos en estos nuevos terrenos, en esta nueva aventura. Qué dice el cuerpo, y que grita el corazón. Como terreno inexplorado, no sabemos lo que nos espera, y ahí, en plena montaña, nos encontramos con la incertidumbre, enemiga de la razón.
La incertidumbre brota de diversos campos: algunos se llaman ejecución, otros futuro, y a algunos les llamamos éxito. La incertidumbre nos asalta en forma de preguntas: ¿tendremos éxito? ¿cómo lo lograré? ¿será la decisión correcta? La incertidumbre nos marea y nos nubla, nos hace perder el rastro del camino y genera el miedo de no saber hacia dónde caminar después.
Por suerte, en la mochila, al lado del corazón y debajo de la comida, tenemos el mapa. No lo olvidamos porque viene con nosotros. No lo olvidamos porque solo nosotros podemos verlo. No lo olvidamos porque solo nosotros sabemos leerlo. No lo olvidamos, porque nosotros lo creamos.
El mapa siempre está contigo, porque el mapa es tu intuición, tus gustos y tus deseos. Tus impulsos y tus curiosidades. Tus ganas de hacer A y no ir por B. Creo mucho que nada es coincidencia, y he visto como los gustos se transforman en decisiones, las curiosidades en carreras y los experimentos en negocios. Sabemos qué hacer, y sabemos cómo hacerlo, o al menos, por dónde empezar a preguntar. El mapa se irá revelando y las nubes se despejan con el pasar del tiempo. Sigue el compás de tus gustos.
Los primeros días son para aclimatarnos. Para calibrar nuestro ser en una nueva realidad, o una nueva mentalidad. Para conocer a nuevos compañeros, crear nuevas rutinas, o tomar nuevas decisiones. Para hacer lo que jamás habíamos hecho antes, y seguir conociéndonos en el proceso. Y mientras entramos en calor, mientras caminamos, observamos los nuevos paisajes con ojos de turista, llenos de emoción. No eres la misma persona desde que empezó el día, desde que diste el primer paso de este viaje.
Los primeros días serán muchos. Porque se vale empezar de cero siempre que tu corazón lo desee. No tiene que ser lunes, ni un año nuevo. Cuando el alma pide cambio, tenemos la responsabilidad de atender al llamado. Si lo ignoramos, sufriremos las consecuencias de habitar una vida de desesperanza. Cuando la incertidumbre nubla nuestra pasión, como nube de lluvia, oscura y cargada, el día se torna trágico, y si andamos al inicio de nuestra travesía, el viaje se pinta de tonalidades aparentemente peligrosas.
No nos dejemos engañar. Puede ser la tormenta más feroz que nos encontraremos, pero el viaje debe continuar. Darle una pausa y dejar que el tiempo pase. No hay tormenta que no acabe, ni día que no termine. Recordemos por qué empezamos, y que ese sea nuestro abrigo, refugio y alimento.
Los primeros días son como cualquier otro día, pero es por dentro donde ocurre, y ocurrirá, la revolución. Donde habita la nostalgia y la emoción. Donde realmente se siente el final y el inicio. Lo externo suele mantenerse inerte, y si observamos con detenimiento, por fuera la vida sigue, los pájaros vuelan y el día empieza. ¿Por qué nos sentimos diferentes?
Porque el viaje a iniciado, y no hay forma de volver atrás, por más que quieras, por más que lo intentes. Toca andar, con valentía y determinación.
Te envío claridad, paciencia y presencia,
Gaby
Bitácora de Viaje
Una vez más, agradecida por tu tiempo y espacio. ¿Cómo estás? Por este lado del planeta, vamos prendiendo motores, que inicia la carrera del año. Ando un poco sin palabras, en modo aclimatación, amaría inspirarme con las suyas. Les mando un abrazoteeeee inmenso.
Lo amé! totalement directo al alma.. Gracias Gracias Gracias por tus palabras. Que emoción por tu nueva aventura.
Mil gracias por compartir este texto. Me encantó leerte. Valiente. Nos acompañamos...