La industria del amor propio ha contaminado mi escritura.
Me callan cuando hablo de mis límites y mis melancolías.
Sí, hay que volver al presente, agradecer, soltar lazos, alejarnos de personas tóxicas, pero ayer apareció una vieja amiga en la puerta de mi departamento y me invitó a mirarla a los ojos por un par de horas.
No quería dejarla pasar, pues hace tiempo que nos distanciamos y pensé que ambas habíamos continuado por senderos separados.
Pisoteando mis deseos de soledad, me falté el respeto y volví a un estado olvidado. Sin lograr alzar la voz, ni poner límites claros, dejé que se quede.
Me dijo que necesitaba ser escuchada, atendida y entendida. Que no tenía donde quedarse porque últimamente, nadie la quiere cerca. “Me han olvidado” me dijo. Entiendo el rechazo, así que incluso la invité a que se quede por un par de noches.
Dormimos juntas. Abrazadas y en la hora más honesta, le dije que una parte de mi la extrañaba, y que si quería, se quede todo lo que necesite.
A veces lucho contra las voces del optimismo, y si algo he aprendido, es a dejar de luchar contra una misma.
“Querida Melancolía, yo jamás te olvidaría”
Paisajes Silvestres
Escritos vagabundos: muy sueltos y libres, sin plan ni camino.
Es más difícil ir en contra de nuestras emociones, que permitirnos sentirlas a profundidad. Verás que después de sentirlas, es más fácil dejarlas ir. Nos trabamos cuando intentamos ignorarnos. Gracias a mi sombra, aprecio la luz. Tiempo, paciencia y compasión. Beso!
¡Me ha encantado! Yo también me acurruco por las noches a abrazar la tristeza de vez en cuando