Recuerdo cuando me enteré que no le caía bien a una niña de la escuela. Su razón era porque me encontraba “muy infantil”. Jamás me dolió esa opinión, pues me encantan mis actitudes de niña: reírme de chistes tontos, no tomarme tan en serio, seguirle el juego a las bromas, buscar la diversión, no tener miedo a ensuciarse, ser curiosa, asombrarme por los pequeños detalles. En ese momento, y hasta ahora, tenía clara una cosa: ser infantil no es lo mismo que ser inmadura.
Ya decía Rilke sobre divertirnos como niños en soledad mientras los adultos se preocupan de otros temas, y Julia Cameron nos recuerda que por dentro acogemos a nuestra niña artista, una pequeña que solo busca divertirse y explorar; sin esperar nada más a cambio. Rick Rubin también, rescata la capacidad de asombro de los niños, su curiosidad y su inocencia. Y así, podría recolectar a todos los grandes pensadores que rescatan las cualidades “infantiles” y nos la colocan como ingrediente para una vida ligera, plena y creativa.
Esta semana, mi niña artista tuvo una discusión con mi adulta empresaria, en el reto de vender mi primer producto artístico. Ella sentía mucho miedo, frente a la incomodidad de vender. “No soy vendedora” me repetía.
Pero atravesando el umbral del lanzamiento, comprendí una cosa: para vender, tengo que tener una estrategia de marketing; pero para crear, tengo que dejar libre a mi niña artista.
Son dos sombreros diferentes que hay que usar; al menos en esta situación.
No quiere decir que para vender no se necesite creatividad, pero anoche pensaba que si la mente marketera se interponía en el proceso creativo del producto, este como arte, iba a perder su esencia mas pura y vulnerable.
Existe un ligero problema, pues soy comunicadora de profesión y por 5 años aprendí de estrategias de marketing y de negocios. Así que un poco esta en mi ADN tener en cuenta aspectos como público objetivo, necesidades de la audiencia y estilo de vida.
Por un segundo, pensando en la audiencia, quise cambiar la portada de las tarjetas de San Valentín, pensando en que la audiencia a la que apuntaba estaba acostumbrada a un diseño bonito y menos desordenado (como mi letra escrita a mano).
Pero mi corazón, y mi niña artista, me decían que no, que me mantenga fiel a la idea original; pues eso era lo que hacía especial a la tarjeta. Así que seguí con el proceso.
Ahora que los días pasan, mi niña artista busca seguir creando, mientras que mi adulta empresaria debe buscar nuevas formas de vender el stock que aún me queda.
Y pensé que la duda, el miedo y la tristeza que sentí aquel día que escribí Serpientes Sigilosas, no era más que mi niña artista temiendo que a nadie le guste lo que ella había creado. Pero como ahora soy mayor, me toca consolarla.
Hoy hablamos, pues ambas estamos de mejor humor. “No te preocupes” le dije. “Yo me encargo de vender tu arte, tu anda a divertirte” le dije. Y mi niña artista quedo contenta y tranquila, escribiendo frases y soñando en nuevos cuadros que quiere pintar para decorar el cuarto. “No te preocupes” le volví a decir “yo te consigo los materiales”, le dije. Y nuevamente, quedó tranquila.
Entender y separar estos dos conceptos, me esta ayudando a seguir. A seguir soñando y a seguir ejecutando. Mi niña artista sueña, y la adulta crea. Mi niña artista se divierte, la adulta ejecuta. Mi niña artista pinta, la adulta lo enmarca. Mi niña artista dibuja, la adulta lo vende.

Son sombreros distintos, son mentalidades distintas, las que se necesitan para ser artista y para emprender. Y emprender como artista requiere que separemos los sombreros, aunque en ambos se necesite ser creativo. Las variables que cada tipo de creación implican son opuestas, incluso.
Para crear arte (sea pintar, cantar, escribir, dibujar, fotografiar, etc), hay que mirar hacia adentro: explorar la historia que queremos contar, ser vulnerables, identificar la emoción que nos gustaría retratar, pensar en qué es lo que me mueve a crear. Para vender y promocionar tu arte, en cambio, hay que mirar hacia afuera: analizar al público y pensar cuál es la mejor forma de comunicar aquel mensaje original, cuáles son sus necesidades, sus costumbres, dónde consumen arte, qué redes sociales suelen utilizar, cómo se expresan, etc.
Por eso, anoche le repetí a mi pequeña niña artista: “Tranquila, tu crea, yo vendo”. Porque si la niña vende, se pondrá triste si no funciona, y no querrá crear más. Pero si la adulta lo hace, sabrá que toca pivotear y seguir buscando nuevas estrategias.
Ahora, como adulta, me toca organizar nuestra agenda, para ver cómo les presentamos y compartimos todas nuestras creaciones.
Y mientras escribo esta bitácora, me gustaría que conozcan a la niña artista, ella toma fotos y escribe sobre la naturaleza, le gusta hablar sola y usar crayolas, le gusta escribir frases y asombrarse con los pequeños detalles cotidianos; a veces la verán asomarse en los escritos de este substack; aunque al reflexionar y racionalizar nuestras experiencias, veo que entra la adulta a darle sentido a lo que sentimos y observamos. Es un lindo juego, y un bello equipo el que formamos. Andamos de la mano, caminamos.
Bitácora de viaje
De todas maneras, ambas saltamos de la mano cuando escribimos estas cartas. Nos encanta escribir y compartirlo. Justo estos días, he pensado en lo lindo que es compartir lo que sentimos: genuinamente le hace bien a la sociedad, al conjunto de seres humanos. La vulnerabilidad, la sinceridad y la creatividad transforman la energía en la que habitamos: nos acerca como seres humanos, y nos ayuda a romper el maleficio que es sentirnos incomprendidos. El río desemboca en el sentimiento de compañía, abrazo y entendimiento. Y sentirnos parte nos permite continuar en nuestro camino, sabiendo que no estamos mal, que todo esta bien, y que es seguro continuar, pues vemos el rastro que otros han dejado en el sendero.
Y siempre dije que aunque me lea 1 persona yo sería feliz, asi que mil gracias por estar aqui, en este rinconcito del internet. Pero cueeentenmeee! ¿ustedes como van? ¿sabían de su niñx artista? ¿habitan en la vida “adulta” solamente? Que como ven, soy adulta que convive con una niña, asi que no se cuanto soy de cada uno, y si me podría llamar adulta, que me parece un termino medio aburrido por si solo. Hay que divertirnos en esta existencia.
Les mando un abraaazooooote, y me encantaría leer que despertó en ustedes esta propuesta, un besoo!
yo tengo 43 años y me siento como una niña . . desde que leí recientemente "el camino del artista" todavía protejo y disfruto más de esa parte de mí que nunca se ha marchado . . me parece muy interesante el bonito y útil diálogo que se establece entre las dos
yo estudié bellas artes, pero nada de marketing . . y como comentas que has estudiado al respecto, me pregunto si tendrás alguna recomendación de algún libro con el que iniciarme en el asunto . . sé lo mínimo que he podido escuchar en podcasts, etc.
me resulta muy complicado mezclar estas dos facetas, sobre todo porque soy una ignorante en una de ellas . . la parte de vender siempre me ha resultado incómoda y con la que aún no me he reconciliado . . y no sé por dónde empezar . . pero quiero hacerlo porque es la otra parte que hay que atender... aunque siento que el arte no debe estar contaminado por el mercado . . pero seguro que hay lecciones útiles en cuanto a cómo presentar tu obra o algo similar
gracias de antemano y un saludo!
Me gusta como describiste el diálogo y la convivencia con tu niña interior. Yo estoy tratando de salir de un bloqueo artístico y voy a probar tu método a ver si mi niña me ayuda, a veces las respuestas más sencillas son las correctas. Besossss 🌷🌷🌷